Etiqueta: #NoSoyLaÚnica¿Verdad?

  • “SOÑÉ con la lactancia perfecta, pero el dolor me despertó.”

    Aún recuerdo cuando, muy feliz de la vida, caminaba por el pasillo de maternidad eligiendo mis pads anti escurrimiento, bolsitas para mi banco de leche, recolectores de leche materna y los más caros y hermosos extractores. Me recuerdo y me doy ternura.

    Mi mamá me dio pecho. Mis abuelas dieron pecho. Todas mis tías dieron pecho. YO, OBVIAMENTE, iba a dar pecho. Soy una mujer sana, tuve un embarazo sin complicaciones, siempre me ha gustado la alimentación saludable, hago ejercicio, tomé cursos… en fin, estaba lista.

    Y entonces llegó mi hermosa bebé. A la semana de su nacimiento, tenía los dos pezones destrozados, molidos, en serio, en carne viva. Y yo, con el corazón hecho pasa, no entendía qué pasaba. ¿No era lo más normal dar pecho?

    Un día, mientras temblaba de dolor al alimentarla, mi bebé vomitó sangre. El susto de mi vida. Ya no sabía qué me daba más terror: si el dolor que sentía o verla vomitar sangre. Me enteré de que era MI sangre y, con el corazón roto, miré a mi esposo. Él, con ojos de súplica, me dijo: Ya, por favor, para. Dale fórmula. Te duele demasiado.”

    Fui a cursos. Tenía todo lo necesario. Consulté a una asesora de lactancia antes y después del embarazo. Me aferré. Pero no se dio. El estrés y el dolor no ayudaron a producir más leche y perdí mi primera batalla en la maternidad: LA LACTANCIA.

    Me dejó una gran lección: no todo lo podemos controlar. Si no pudiste o no quisiste, sigues siendo una gran mamá. Tu bebé te necesita en paz.

    Suéltalo. Lo estás haciendo muy bien.

  • “Madres criando madres: el círculo que nunca termina”

    Existe un ser divino que nos acompaña durante toda la maternidad: nuestra mamá. Es increíble notar que, mientras tu recién nacido depende de ti, tú dependes de ella. Paradójicamente, te conviertes en su bebé de nuevo al mismo tiempo que te conviertes en madre.

    “Yo cuido al bebé, come tú primero” debería ser la frase ganadora de mil batallas en pleno posparto. “No te preocupes, duerme otro rato, yo lo vigilo” es otra de esas frases que te devuelven el alma al cuerpo cuando, entre las 3 y las 5 a.m., ni siquiera recuerdas si sigues existiendo.

    Las desveladas, el cansancio, el hambre y el caos de oler a leche todo el día se sienten más ligeros cuando el ángel de la maternidad está contigo. Sus consejos y su experiencia han sido tu base desde que tienes memoria. Un día curó tus rodillas raspadas.

    Hoy te cura el alma, siendo la abuela más amorosa, cuidando a tu bebé mientras un baño caliente te recuerda que estás lista para ser como ella: una gran mamá.

    Un agradecimiento especial a todas las mamás que sostienen a otras mamás.

    Que nunca nos falten.

  • “Me engañaron: la maternidad no es como la pintan”

    Me dijeron que la maternidad era hermosa, pero nadie me avisó del terror de la culpa constante que la acompaña. Me dijeron que lloraría de amor al escuchar su corazón, que su primera patada la recordaría toda la vida y que, al ver el primer ultrasonido, me enamoraría por completo. ¡No pasó! Me pregunté miles de noches: ¿hay algo mal conmigo? ¿Por qué no siento ese amor mágico instantáneo?

    Me dijeron: “Disfruta cada momento, tómale fotos a tu pancita”. Ni siquiera podía verme al espejo porque no me reconocía. Sumado a eso, el cóctel de hormonas no me dejaba disfrutar y volvió mi amiga, la culpa, otra vez. Me hizo cuestionarme noches enteras: ¿hay algo mal conmigo? ¿Será que en el fondo no deseo a mi bebé? ¿Por qué no siento ese amor instantáneo del que todas las mamás hablan?

    Me dijeron que desarrollaría el instinto materno: “Estarás alerta para atender a tu bebé y no le faltará nada”. ¡No pasó! La primera semana posparto estuve tan cansada que un día me quedé dormida y no lo escuché llorar. Cuando mi mamá me despertó, lloré junto a mi bebé: ella de hambre y yo de culpa, porque el instinto materno no hizo su mágica aparición esa noche. Y volvieron las preguntas: ¿hay algo mal conmigo? ¿Acaso soy yo la que no sirve para ser mamá? ¿Cómo puedo confiar en mí?

    Me dijeron que la maternidad es hermosa, pero nadie me avisó de la montaña rusa a la que estaba por subirme. Por las noches dudaba de mí hasta que el sueño me vencía, y por las mañanas, con una sonrisa de mi bebé, podía con todo. A pesar del caos, todas encontramos nuestra propia manera de ser mamás, sin cuentos ni edulcorantes.

    No hay nada mal en ti. Es imposible disfrutar cada segundo. ¡Lo estás haciendo muy bien!