Conforme pasan los días, entiendo un poco más las caras con mil sentimientos de las mamás en los pasillos del supermercado.
En el mundo de la maternidad, existen muchas renuncias silenciosas que, además de ser poco valoradas, terminan volviéndose invisibles con la frase: “eres la mamá”.
-Renunciamos al descanso real-
Dormir profundamente ya no es una opción. Estamos en modo alerta 24/7… “Eres la mamá”.
-Renunciamos a comer con tranquilidad-
Las comidas relajadas quedaron en el olvido. Y eso, si llegas a comer entre atender al bebé… “Eres la mamá”.
-Renunciamos a nuestro cuerpo como lo conocíamos-
La maternidad transforma nuestro cuerpo, sí o sí, y no hay una manera fácil de aceptarlo.
-Renunciamos a tener el control-
Por más que seas la reina de la planificación, la maternidad te enseña que hay días que simplemente se salen de tu control.
-Renunciamos al reconocimiento-
Nadie te da una medalla por posponer tus sueños, sacrificar tu tiempo o estar disponible 24/7. Pero ahí sigues, sosteniendo todo en silencio… “Eres la mamá”.
-Renunciamos a decidir por nosotras mismas-
Cada elección ahora tiene en cuenta a otro ser humano. Desde qué comer hasta a qué hora dormir… “Eres la mamá”.
Al final, la maternidad es un acto constante de amor y renuncia, pero ¿quién lo reconoce? Lo preocupante es cuando renunciamos también a lo que nos da balance emocional y estabilidad.
No estás sola. Somos muchas las que recorremos este camino que, irónicamente, se siente solitario, aunque, al ser mamás, nunca volvemos a estar solas.
Y aunque renunciamos a muchas cosas, ganamos otras que no cambiaríamos por nada… pero eso no significa que no duela dejar atrás partes de nosotras mismas
Y nunca lo olvides. ¡Lo estas haciendo muy bien!