Cuando llega la hora de la alimentación complementaria, muchas mamás nos sentimos como chefs de un restaurante de lujo… para un comensal que no paga, no deja propina y, además, hace caras de asco ante nuestras mejores creaciones.
Este proceso es clave para que tu bebé descubra nuevos sabores y obtenga los nutrientes que necesita, pero también es el primer gran trabajo en equipo que tendrás con él. Aquí no hay prisas: cada bebé tiene su ritmo, y forzarlo solo hará que la hora de la comida se vuelva un campo de batalla en lugar de un momento bonito.
Ahora, hablemos de las arcadas… Porque sí, ¡las habrá! Yo, ilusionadísima, le di a mi bebé un puré de plátano con un toque de canela. Él abrió la boca, lo probó y, en cámara lenta, empezó a hacer una mueca de horror. Luego, la temida arcada. Yo entré en pánico, él estaba perfectamente bien… hasta se rió. Resultado: mamá traumada, bebé feliz.
Así que, respira, ríete y disfruta. No pasa nada si un día come tres cucharadas y al siguiente nada. No te estreses si hace caras raras o si termina con más comida en la cabeza que en la boca. Poco a poco, su paladar y su confianza crecerán.
Lo estás haciendo increíble, mamá. No se trata de que coma perfecto desde el día uno, sino de enseñarle que la comida es amor, compañía y disfrute. Así que ponte el delantal, ten la cámara lista (para el recuerdo, no para la presión) y deja que este primer trabajo en equipo sea una experiencia divertida y sin culpas.
¡Ánimo, que aquí todas sobrevivimos!