Cuando nace un bebé, no llega a un mundo de silencio, llega con la memoria de todo lo que escuchaba dentro del útero: tu corazón latiendo, la sangre circulando, el movimiento constante de tu cuerpo. Esos sonidos eran fuertes y continuos, nada parecido al “silencio” que imaginamos.
Por eso, cuando lo cargas y de manera instintiva haces el famoso “ssshhh”, lo que en realidad estás haciendo es recrear el ambiente seguro que conoció desde el vientre. Ese sonido le resulta familiar y le transmite calma, como si le dijeras: “tranquilo, sigues conmigo, todo está bien”.
No es algo que te enseñen, es parte de la naturaleza humana, un reflejo ancestral que madres y padres hacemos sin pensarlo. Es un puente entre la vida dentro y fuera del útero.
Así que ese “ssshhh” no es solo ruido para calmar: es un recordatorio sonoro de hogar, de seguridad y de amor.